Entre el trabajo forzado y la mendicidad para subsistir

Desde muy pequeños, los niños y niñas waraos se integran a las actividades familiares como un método de aprendizaje de los fundamentos de su cultura.

A través de la observación los niños y niñas van desarrollando las habilidades necesarias para la subsistencia y la convivencia en sus comunidades, teniendo a sus padres, madres y demás adultos como guías.

Con la abrupta salida de familias waraos de sus comunidades a la ciudad, decenas de niños y niñas se han visto en la necesidad de asumir responsabilidades laborales para contribuir con el sustento de sus familias.

Tal es el caso de los niños y niñas que trabajan en el vertedero municipal de Tucupita. En este botadero a cielo abierto viven al menos 190 familias waraos, y en su mayoría son los niños y niñas quienes se dedican a la recolección de hierros y aluminios para la venta, así lo señala Edeiza Rodríguez, activista de Derechos Humanos Indígenas de la congregación religiosa Consolata.

“Es triste ver la existencia de varios hermanos waraos trabajando, escarbando entre la basura, buscando aluminio y hierro, y obviamente hay niños que también realizan ese tipo de trabajo”, explicó.

Niños warao sometidos a la basura como medio de vida

Es común también ver a niños y niñas, en su mayoría de las comunidades alejadas de la capital deltana, dedicándose a la venta de culantros, yuca, mangos y otros rubros, al igual que a la venta de bolsas en el Mercado Municipal de Tucupita. Como argumento, los padres señalan que así se ayudan entre todos para poder subsistir.

Camilo Medina, promotor de asuntos indígenas del Instituto Regional de Atención al Indígena, dijo que las calamidades que están pasando los indígenas en sus comunidades no han cesado a pesar de los esfuerzos que ha realizado el gobierno regional junto con otros organismos oficiales.

Hizo énfasis en la situación precaria de las familias que viven en las adyacencias del paseo malecón Manamo de la ciudad de Tucupita, sin que se hayan logrado alguna solución duradera.

Estas familias  que pernoctan en las calles de Tucupita viven sin acceso a agua potable, alimentación y demás servicios básicos.

Los pocos que logran improvisar un techo con cartón y zinc se arreglan como pueden con sus hijos cuando cae la noche, y el resto se amontona en las aceras de las calles con el calor de sus cuerpos como único cobijo.

Otra derivación de esta realidad es la cantidad de niños y niñas waraos en situación de mendicidad en las calles, sobre todo en las panaderías y en las puertas de algunos comercios de la ciudad de Tucupita.

Niños waraos toman las calles en condición de mendigos

La falta de atención médica, oportunidades de empleo, educación y acceso a servicios públicos en general, son algunas de las razones por las que cada vez más familias de waraos viajan desde su comunidad hasta Tucupita en busca de la calidad de vida que ya no encuentran en sus comunidades.

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